Edición Bianual
Septiembre - febrero 2024
DOI
ISSN
3091-180X
Vol. 2, No.4, PP.82-97
aceptación entre pares han contribuido a que los estudiantes desarrollen una relación
dañina con la comida y su propio cuerpo. En la actualidad, el contexto educativo se ve
inmerso en esta problemática debido al impacto que tiene en la salud de los jóvenes. Un
informe de la Organización Mundial de la Salud (2) destacó que, en los últimos cinco
años, el número de adolescentes con desórdenes alimenticios ha aumentado en un 30% a
nivel global, lo que indica una tendencia preocupante que merece atención inmediata.
Los años universitarios caen en una fase de desarrollo crucial conocida como edad
adulta emergente. Este período de la vida, en el que muchos adultos jóvenes abandonan
su hogar y comienzan sus estudios universitarios, también coincide con el pico de
aparición de muchos trastornos mentales y del comportamiento (3). La incidencia de
trastornos alimentarios alcanza su punto máximo al final de la adolescencia, siendo la
transición a la universidad un período crítico (4).
Se estima que entre el 2% y el 4% de los adultos jóvenes padecen trastornos
alimentarios (5). Muchos más estudiantes universitarios reportan problemas
alimentarios subumbrales. Las estimaciones de prevalencia de doce meses de trastornos
alimentarios en estudiantes universitarios son amplias, oscilando entre el 17% y el 90%
para las mujeres y entre el 8% y el 30% para los estudiantes universitarios varones (6),
con estimaciones medianas de alrededor del 54% para las mujeres y el 19% para los
hombres. Los síntomas del trastorno alimentario subumbral a menudo se convierten en
un trastorno alimentario en toda regla y parecen ser aún más prevalentes en este grupo
de edad (7).
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Los trastornos y los problemas alimentarios en estudiantes universitarios se asocian con
una variedad de consecuencias nocivas tanto para el individuo como para la sociedad,
incluido un menor funcionamiento académico y deterioro funcional, trastornos mentales
comórbidos y condiciones somáticas, tendencias suicidas ( 8) y mortalidad relacionada.
Teniendo en cuenta las ramificaciones negativas de larga data de los trastornos
alimentarios, la alta prevalencia de personas en edad universitaria en riesgo de
desarrollar un trastorno alimentario y dado que aproximadamente el 80% de las
personas con trastornos alimentarios no reciben tratamiento (9), la prevención oportuna
de los trastornos alimentarios debe ser una prioridad de salud pública. Las universidades
podrían ser un entorno óptimo para las intervenciones preventivas de los trastornos
alimentarios, dado que las universidades normalmente pueden proporcionar la
infraestructura a gran escala necesaria para reclutar, difundir y realizar dichas
intervenciones, ya sea in situ o a través de Internet (10).
Los trastornos alimentarios (DE) entre estudiantes universitarios se han convertido en
un importante desafío de salud pública. Los años universitarios coinciden con la edad
típica de aparición de los TCA, lo que genera una preocupación importante entre los
estudiantes universitarios, especialmente las mujeres y los estudiantes estresados (10).
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia de
COVID-19 . El miedo a contraer el virus combinado con la implementación de medidas
de salud pública que incluyen órdenes de quedarse en casa, confinamientos y cierres de
universidades provocaron una disminución de la actividad física y una modificación en
los hábitos alimentarios entre los estudiantes que podría cambiar su índice de masa
corporal (4).
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