of simian crease, reduction in the number of digital ridges, decreased atd angle, and
increased bilateral symmetry, confirming their potential as a supportive tool in forensic
procedures, especially in low-resource settings. It is concluded that dermatoglyphics is a
complementary, accessible, and ethical scientific strategy for human identification,
particularly useful in vulnerable populations such as children with intellectual disabilities,
fostering comprehensive approaches to health, justice, and human rights.
Keywords: Dermatoglyphics, Down syndrome, forensic identification, intellectual disability,
Skin patterns
INTRODUCCIÓN
Las dermatoglifias, entendidas como el estudio de los patrones dérmicos formados en
palmas, plantas y falanges, constituyen una herramienta consolidada en la genética médica
y la antropología forense. Estos patrones, únicos e inalterables en cada individuo, se
desarrollan entre las semanas 13 y 21 de gestación, reflejando simultáneamente influencias
genéticas y ambientales del desarrollo embrionario (1). Dentro de este contexto, las
alteraciones dermatoglíficas presentes en individuos con trastornos genéticos han sido
objeto de creciente atención científica, en particular en el caso del síndrome de Down (SD),
una de las aneuploidías más prevalentes a nivel global.
El síndrome de Down, originado principalmente por la trisomía libre del cromosoma 21,
presenta una incidencia estimada de 1 por cada 700 nacimientos vivos y se manifiesta con
un fenotipo característico que incluye discapacidad intelectual, hipotonía, alteraciones
cardiacas congénitas y rasgos morfológicos distintivos (2). Desde mediados del siglo XX,
diversos autores han documentado que esta condición también se asocia con patrones
dermatoglíficos peculiares, entre ellos una elevada frecuencia del patrón tipo arco, una
disminución del número total de crestas digitales, la presencia de la línea simiesca o línea
única palmar, y una notable simetría bilateral (3–5).
La identificación sistemática de estos rasgos ha sido de utilidad en contextos clínicos como
herramienta diagnóstica no invasiva, especialmente en zonas con recursos limitados donde
el acceso a pruebas citogenéticas es escaso. Además, su aplicabilidad se ha extendido hacia
el ámbito forense, donde los estudios dermatoglíficos se utilizan para establecer perfiles
poblacionales, reconstruir vínculos de filiación o facilitar la identificación de personas
desaparecidas, particularmente en poblaciones vulnerables como menores con discapacidad
intelectual (6, 7).
En países latinoamericanos, la implementación de estas técnicas ha sido escasa y dispersa,
sin protocolos estandarizados ni repositorios biométricos adaptados a personas con
condiciones genéticas específicas. Esta falta de sistematización limita el aprovechamiento
del potencial de la dermatoglifia, tanto en ámbitos clínicos como legales (8). En el caso
ecuatoriano, la ausencia de estudios integrales sobre alteraciones dermatoglíficas en niños
con SD impide su incorporación formal en programas de salud pública o estrategias de
identificación humanitaria, lo que contrasta con avances reportados en Asia y Europa en los
últimos cinco años (9, 10).
Dada esta problemática, se vuelve necesario revisar críticamente la evidencia científica